Por desgracia, cada vez es más habitual que en el seno del proceso penal, donde encontrándose en juego la libertad de los ciudadanos cabría esperar un particular decoro, se pierdan las formas por parte de los profesionales intervinientes, incluyendo también a los abogados. Sobre esta cuestión me pronuncio, al hilo de la nulidad de una condena por injurias a un Letrado, en un reciente artículo.